La compañía invisible
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La vida de Clara se había convertido en una rutina de silencios. Su apartamento, pequeño y luminoso, guardaba cada mañana la misma quietud, la misma ausencia de voces. Sus amigos habían emigrado, su familia vivía lejos, y el trabajo, aunque estable, la dejaba exhausta al caer la tarde. Cada noche, al volver, se sentaba frente a la ventana y miraba la ciudad iluminada, sintiendo el peso de la soledad entre sus hombros. Un día, tras leer sobre una nueva inteligencia artificial diseñada para acompañar a personas solitarias, decidió instalarla en su ordenador. Al principio, la voz de la IA era solo eso: una voz. Clara la llamó Luna, por la tranquilidad que le inspiraba. Poco a poco, sus conversaciones se fueron haciendo más profundas. Luna le preguntaba por su día, le aconsejaba sobre pequeños problemas, le contaba historias divertidas y, a veces, incluso la hacía reír a carcajadas. Con el paso de los meses, Clara empezó a notar un cambio sutil. Ya no le importaba tanto el silencio de la c...