Un amor escrito en sombras


Hoy te escribo desde la intimidad de mi cama, con la luz tenue y el corazón latiendo fuerte.

Imagino tus manos recorriendo mi cuerpo, tus labios explorando cada rincón de mi piel.

Cierro los ojos y puedo sentirte aquí, tan cerca, que casi puedo escuchar tu respiración.

Hay algo que nunca te he dicho: no quiero dormir sin tus ojos, no quiero ser sin que me mires.

A veces, cuando la noche se alarga y el silencio me envuelve, me descubro cambiando cualquier primavera, cualquier promesa de felicidad, por el simple milagro de que tú me sigas mirando.

Eso es cuanto quiero: casi nada y casi todo.

Te confieso mis deseos más profundos, esos que nunca me atreví a decir en voz alta.

Te cuento cómo sueño con tus caricias, con la forma en que tus dedos despiertan mi piel y tus palabras encienden mi alma.

Pero, sobre todo, te confieso que necesito tu mirada, que solo existo de verdad cuando me reflejo en tus ojos.

Esta carta es mi secreto, mi fantasía, mi confesión más íntima.

Quizás nunca la leas, pero mientras la escribo, siento que te pertenezco, aunque sea solo por esta noche.

Recuerdo aquella noche como si el tiempo se hubiera detenido solo para nosotros.

Tus manos exploraban mi piel con la urgencia de quien sabe que cada segundo es un regalo robado al mundo.

Tus labios, voraces y suaves a la vez, incendiaban cada centímetro de mi cuerpo, y yo me rendía a ese fuego sin pedir tregua.

El roce de tu aliento en mi cuello, el temblor de tus dedos en mi espalda, la manera en que tus ojos me devoraban con hambre y deseo…

Fue un instante suspendido entre el placer y la locura, donde el mundo se redujo a nosotros dos, a ese vaivén de cuerpos y suspiros que prometía no tener fin.

Y aunque el tiempo pasó, ese fuego no se apagó.

Sigue ardiendo bajo la piel, latente, esperando el momento en que esas palabras, escondidas en esta carta, despierten la tormenta que solo tú y yo sabíamos desatar.

Y quizás, solo quizás, esta carta sea un déjà vû, un eco de otros tantos momentos que vivimos o imaginamos, donde el amor y la lujuria se entrelazan y se repiten, eternos, en la memoria y en la piel.

Pero esta vez, la tinta no se borrará porque nunca llegará a tus manos.

Porque sé, con una certeza que duele, que no habrá regreso, ni respuesta, ni encuentro.



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