El color de la tentación
A veces, la vida se pinta de colores inesperados.
Claudia, mujer de mirada serena y sonrisa enigmática, había aprendido a leer los silencios y a disfrutar de su espacio. Su casa, un refugio de luz y arte, necesitaba un nuevo aire. Por eso, cuando abrió la puerta y vio al pintor, supo que algo más que las paredes iba a cambiar.
Él era joven, con la piel dorada y los brazos firmes, el cabello revuelto y una sonrisa que desarmaba. Tenía esa forma de hablar suave, como si cada palabra acariciara el aire, y unos ojos que brillaban con descaro y dulzura.
Desde el primer roce, el ambiente se impregnó de una electricidad sutil. Cada vez que él se inclinaba para alcanzar una esquina, Claudia sentía el calor de su cuerpo cerca, el aroma fresco de su piel, la promesa de algo prohibido. Él buscaba cualquier excusa para acercarse: una pregunta sobre el color, una sugerencia sobre la luz, una broma apenas susurrada.
Las miradas se cruzaban y se quedaban suspendidas, como pinceladas en el aire. Había en ellos una pasión contenida, un deseo que crecía en el silencio de la tarde, entre el eco de las risas y el roce accidental de las manos.
Cuando la última pared estuvo terminada, el pintor recogió sus cosas despacio, como si no quisiera irse. Se detuvo en el umbral, y sus ojos encontraron los de Claudia con una intensidad que desarmaba, y preguntó, casi en un suspiro:
-¿Quizás… una copa para celebrar?
Claudia sonrió, sintiendo el vértigo delicioso de la tentación. Se acercó, tan cerca que pudo oler el deseo en su aliento. Él rozó su mejilla con los labios, apenas un roce, y ella le devolvió la mirada, luminosa, llena de promesas.
-Quizás -susurró-. Quizás mañana, o quizás ahora.
La puerta se cerró tras él, pero el aire seguía vibrando, impregnado de posibilidades. Claudia se quedó en pie, sonriendo. Sintió el pulso desbocado en sus muñecas, el aire denso, cargado de promesas no dichas. Él la miró con una intensidad que la desnudó sin tocarla, y por un instante, el mundo se redujo al espacio entre sus labios y los de ella. A veces la vida se pinta de pasión irremediable.
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