La curva de tu voz

 


Hay noches en las que el silencio pesa, y otras en las que tu voz lo atraviesa como un relámpago. Esta noche, la oscuridad es apenas un telón de fondo para la melodía que dibujas en el aire con cada palabra. Me recuesto sobre las sábanas frías, sintiendo cómo el roce de la tela desnuda mi piel de certezas, y cierro los ojos. Dejo que tu voz me envuelva, cálida y profunda, deslizándose por mi piel como una caricia invisible, tan real que casi puedo notar el leve cosquilleo en la nuca, el escalofrío que me recorre la espalda.

Respiro hondo. El aroma tenue de tu perfume, que imagino flotando en la penumbra, se mezcla con el mío. Tu risa, suave y grave, se curva en mi oído y me estremece. Siento cómo mis labios se entreabren, como si esperaran el roce de los tuyos, y mis dedos buscan, casi inconscientes, el contorno de mi propio cuello, siguiendo el mismo camino que tu voz traza en mi imaginación. Es una invitación, un roce apenas perceptible que despierta mis sentidos, un pulso que late entre mis piernas y me hace contener el aliento.

Hablas despacio, saboreando cada sílaba, y yo imagino el movimiento de tus labios, la forma en que se curvan para pronunciar mi nombre. El sonido se desliza hasta mi pecho, donde el deseo anida y crece, palpitante, con cada inflexión, con cada pausa cargada de intención. Me descubro vulnerable, expuesta a la ternura y al anhelo, a ese vértigo dulce de saberme deseada.

Tus palabras se deslizan, sinuosas, recorriendo mi cuello, bajando por mis hombros, rozando mi espalda como dedos expertos. Siento el calor de tu aliento mezclarse con el mío, aunque la distancia sea solo un espejismo. Me pierdo en la cadencia de tu voz, en la promesa oculta detrás de cada frase, en la forma en que tu respiración se entrecorta apenas, como si también tú estuvieras a punto de cruzar un umbral invisible. No necesito verte para saber que tus ojos me buscan en la penumbra, que tu boca sonríe, que tus manos ansían el contacto. Imagino el temblor en tus dedos, la tensión en tus hombros, la humedad en tu boca.

La distancia se desvanece, y en la penumbra solo existimos tú y yo, suspendidos en el espacio íntimo que crea tu voz. El mundo exterior se difumina: solo queda el sonido de tu respiración, el latido acelerado de mi corazón, el roce de mis propias manos explorando mi piel en tu nombre. Me dejo llevar, vulnerable y expectante, mientras tu aliento se mezcla con el mío en una danza de palabras y suspiros. La pasión crece, imparable, alimentada por el deseo y la imaginación, por la promesa de lo que vendrá cuando por fin nuestros cuerpos se encuentren.

Esta noche, la curva de tu voz es mi refugio y mi tormenta. Es el sendero que recorro con los ojos cerrados, el secreto que compartimos en la oscuridad, la confesión susurrada que me estremece hasta el alma. Y mientras me pierdo en el eco de tus palabras, sé que no hay lugar más dulce ni más ardiente que este: el lugar donde tu voz me toca y me enciende, una y otra vez, hasta que el deseo y la ternura se confunden y me arrullan en un abrazo invisible.

@SoniaGama65


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