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Mostrando entradas de agosto, 2025

Jaula y llave

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Clara sujetó con fuerza la taza de café mientras miraba por la ventana de la cocina el paisaje tranquilo que rodeaba la casa de Patricia, su amiga de toda la vida.  El aire puro de la montaña parecía llevarse consigo un poco del peso que sentía en el pecho, pero su mente seguía atrapada en esas dudas que últimamente parecían no dejarla en paz. Había decidido visitar a Patricia para huir del ruido de la ciudad y encontrar, quizá, un poco de claridad en aquel remanso de paz. A sus cincuenta y seis años tenía una vida estable, pero también una sensación creciente de desorientación. El estrés del trabajo y el vacío de la casa sin sus hijos la dejaban exhausta, como si la vida le hubiera robado su lugar sin previo aviso. Mientras deshacía la maleta, recordaba los últimos días en la oficina, las miradas que ya no eran las mismas, la llegada de alguien veinte años más joven que parecía ocupar un lugar que ella sentía suyo. Cerró los ojos y respiró hondo: todavía se sentía aquella muchacha...

Un nuevo día a los pies del Moncayo

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Despierto envuelta en la tibieza de las sábanas, el cuerpo aún amarrado a los sueños, suave y pesado como si el mundo me abrazara con delicadeza. El aroma a pan recién horneado y a café recién hecho se cuela suave por la rendija de mi puerta, acariciando mis sentidos, llenando cada rincón de mi pecho de un placer sereno. Me desperezo lento, como un gato perezoso bajo un rayo de sol, dejando que el silencio y la quietud me arropen la piel. Hace tanto que no detenía el reloj, que no permitía al alma despertar así: con el aire fresco bailando entre los visillos, con ese olor a hogar que viene desde la cocina como un abrazo invisible. No necesito nada más para sentirme bien. Solo esta tranquilidad. La que regalan los días sin prisa, esos que prometen charlas sencillas, risas sin reloj, comidas caseras llenas de recuerdos, siestas reparadoras en el sofá y paseos al atardecer donde el tiempo deja de existir. Cierro los ojos y aspiro hondo: una, dos, tres veces. Siento el aire limpio llenándo...

Montañero de los vientos

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En el Pirineo suenan canciones de sol y hielo, tú las andas paso a paso, yo las sueño desde lejos. Montañero de los vientos, dueño del pino y del tiempo ¡Ay, si la luna quisiera bajar despacio al sendero, verde el rumor sonara, verde y callado deseo! Yo te imagino en la altura, bajo la luz que despeña, con tu palabra tan limpia como la luna que sueña. Hoy, 19 de agosto, aniversario de la muerte de Federico García Lorca. Mi buen amigo, al que llamo con cariño montañés, me lo ha recordado y me ha regalado un poema suyo. Este es mi manera de corresponderle: un poema para él. @SoniaGama65

No hay adiós, solo regreso

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Hoy te dejamos en esta tierra que fue refugio de tus pasos, en los veranos infinitos de nuestra niñez, en los veranos de amor y alegría junto a tu esposa e hijos. Donde los árboles guardan tu calor, donde el Moncayo se alza en cobijo y la Virgen susurra tu nombre al viento. Entre montañas y cielos abiertos, donde el rebaño sueña y el aire canta, dejamos tu esencia, hermano, como semilla que nunca se apagará. Que el Moncayo te abrace, que la tierra te guarde, que el viento lleve tu nombre. No te vas: vuelves al todo, a la raíz, al agua, al sol. Tus cenizas son camino y tu recuerdo, eterno cielo. Hoy no hay adiós, hay abrazo. Siempre estarás en nuestros corazones y en nuestra memoria. @SoniaGama65

La niña de las manos mágicas

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A veces llego rota, con las vértebras en huelga, la espalda llena de reproches y el alma con agujetas. Ella me espera con una sonrisa y con manos sabias, que no acarician: leen. No pide permiso. Entra como un huracán en mi espalda y me sacude las penas con nudillos de mujer sin miedo. Mientras me habla. Dice lo que piensa, como quien quita una venda, y no se da cuenta de que cada frase suya tiene costuras de ternura. Duele, sí, como duele todo lo que remueve lo estancado. Pero después…después camino ligera, como si me hubiera devuelto algo que no sabía que había perdido. Y vuelvo, una y otra vez. Y en cada sesión, entre una carcajada y una confesión sin filtro, me dejo un poco más en sus manos.  No solo el cuerpo: también las dudas, el cansancio, las veces que fingimos estar bien para no preocupar a nadie. Ella no pregunta mucho, pero escucha todo. Aunque no lo parezca, se lleva pedacitos de mis penas y los transforma en alivio. Y lo hace hablando sin parar, como si su alegría tamb...

Viaje a la infancia

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He leído esta historia en un artículo, y francamente, me ha parecido preciosa. Así que he tenido que plasmara en lo que pienso pudo ser el momento. Espero que os gute: —¿Qué haces con esa cara, George? ¿Te has tropezado con un fantasma en la librería? —Peor. Me he tropezado contigo… cuando tenías diez años. Elizabeth arqueó una ceja desde la cama del hospital. Llevaba días con la piel pálida y el ánimo dormido, pero la sonrisa de su marido al entrar en la habitación traía otra clase de luz. —¿Cómo dices? —preguntó ella, intrigada. George dejó caer sobre sus piernas un libro de tapas deslucidas. Era una edición antigua de Los Cinco y el tesoro de la isla, el mismo que ambos recordaban haber leído en la infancia. Pero lo que caía de sus páginas no era parte de la historia. —Mira esto —dijo, desplegando con cuidado un horario escolar arrugado, escrito en lápiz. Luego un dibujo de un perro con gafas. Y una nota: "Recuerda guardar la piedra mágica. No se lo digas a mamá." Elizabet...