La niña de las manos mágicas


A veces llego rota, con las vértebras en huelga, la espalda llena de reproches
y el alma con agujetas.
Ella me espera con una sonrisa y con manos sabias, que no acarician: leen.
No pide permiso. Entra como un huracán en mi espalda y me sacude las penas
con nudillos de mujer sin miedo.

Mientras me habla. Dice lo que piensa, como quien quita una venda, y no se da cuenta
de que cada frase suya tiene costuras de ternura.
Duele, sí, como duele todo lo que remueve lo estancado.
Pero después…después camino ligera, como si me hubiera devuelto algo que no sabía que había perdido.

Y vuelvo, una y otra vez. Y en cada sesión, entre una carcajada y una confesión sin filtro, me dejo un poco más en sus manos. 
No solo el cuerpo: también las dudas, el cansancio, las veces que fingimos estar bien
para no preocupar a nadie.

Ella no pregunta mucho, pero escucha todo. Aunque no lo parezca,
se lleva pedacitos de mis penas y los transforma en alivio.
Y lo hace hablando sin parar, como si su alegría también fuera terapia.

Me contó que una clienta la llamó “La niña de las manos mágicas”.
Yo sonreí y pensé que era cierto.

Porque no es solo magia lo que tiene. Es corazón. Es instinto. Es esa mezcla rara entre fuerza y ternura que te deja nueva por fuera…y un poco más entera por dentro.

Ella, Lara, no lo dice, pero cura más de lo que cree.

Y si tuviera un conjuro, sería este:
“que siempre, siempre siga teniendo las manos llenas de luz.”

@SoniaGama65


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