Desvelos de intimidad

Luna roja, me desvela en el filo de tu boca, y en la sombra se revela el misterio que provoca. Aroma de azahar, vuela desde mi piel a tu pecho y cada pétalo enreda el sueño que echo del amor que me atormenta. La noche se desgarra con tu mirada feroz, un deseo que no amarra, un grito sin voz. Tus manos, campo de batalla, recorren mi piel herida, buscando en cada muralla la pasión escondida. En la penumbra se ahoga el murmullo de un te quiero, mientras mi cuerpo se adentra en el abismo sincero de tus labios sin promesa, de tus caricias furtivas, y en cada beso, la presa de mis horas cautivas. El deseo nos consume como llama implacable, en un juego que resume nuestro amor inconfesable. Nos perdemos en el acto, sin tregua ni compasión, dos almas en un pacto de tormenta y redención. Eres sombra en mi sombra, ecos de un pasado baldío, mi corazón te nombra Entre fuego y lodo, nos devora la pasión, unidos en el todo, perdidos en la sinrazón. En la grieta del silencio, en la furia y en la c...

Aquella tarde en que te conocí, el sol se reflejaba en el mar Egeo como miles de diamantes dispersos sobre el agua. Era un cálido día de verano en la isla de Naxos, y el cielo despejado parecía un inmenso lienzo azul sin fin. Había llegado a la isla hacía unos días, buscando inspiración y un respiro de la rutina cotidiana. El paseo que llevaba al Arco de Apolo era mi lugar favorito. Había algo mágico en esa antigua estructura que se erguía majestuosa, enmarcando las puestas de sol más espectaculares que jamás había visto. Esa tarde, el aire estaba impregnado con el aroma salado del mar y el dulce perfume de las buganvillas que adornaban las casas blancas de la isla. Mientras caminaba por el paseo, con mi cuaderno de notas en mano, escuché una melodía que me detuvo en seco. Era una canción suave, cantada con una voz que parecía acariciar cada nota con ternura. Seguí el sonido, dejándome guiar como si estuviera hipnotizada, hasta llegar a una pequeña plaza donde te vi por primera vez. Es...

  No puedo, no quiero dejar de escribir Noche fría, noche errática Mi pluma desgarra el papel En una sinfonía frenética  Invencible y poderoso Sigues viva en mi escrito, presente, risueña Sigues siendo mía Mi amor por ti es un fuego que ni el tiempo ni la distancia apagarán  y en cada letra, en cada verso te mantengo viva, eternamente mía No soporto la idea de perderte,  y en cada línea, en cada renglón,  te retengo, te inmortalizo,  para que nunca dejes de ser Te necesito en cada trazo,  en cada palabra derramada,  porque sin ti, mi existencia  sería un vacío insostenible @SoniaGama65 Gracias. LiterPo por la inspiración que me ha proporcionado para escribir este texto.

  El mar rugía, arrastrando sus bramidos hasta la orilla una y otra vez, cada vez más altos, cada vez más fuertes. Eolo, con su furia desatada, se unía en su bravura, mientras las rocas inmóviles recibían sus húmedos abrazos, pacientes y silenciosas, aguardando a que el mar hallase su paz. Esa paz que en la alborada las acariciaba suavemente, como el beso de una amante al despertar. Con el pelo alborotado y la piel erizada, contemplaba el mar enfurecido. Parecía protestar con cada ola que rompía, irritado porque el sol, al comenzar su descenso, dejaba de calentar sus aguas. Mis pensamientos, sin embargo, ya habían volado lejos de aquella cala; mis ojos, perdidos en el horizonte, buscaban sin querer la figura del pueblo donde él vivía. Él, el hombre que me había robado la respiración con su mera presencia. El mismo que, con un sencillo gesto, me ofreció su mano para levantarme de mi caída, regalándome una sonrisa que quedó grabada en mi alma. Fue un instante, un solo gesto, pero suf...