Un abrazo en el paseo que va al Arco de Apolo
Aquella tarde en que te conocí, el sol se reflejaba en el mar Egeo como miles de diamantes dispersos sobre el agua. Era un cálido día de verano en la isla de Naxos, y el cielo despejado parecía un inmenso lienzo azul sin fin. Había llegado a la isla hacía unos días, buscando inspiración y un respiro de la rutina cotidiana.
El paseo que llevaba al Arco de Apolo era mi lugar favorito. Había algo mágico en esa antigua estructura que se erguía majestuosa, enmarcando las puestas de sol más espectaculares que jamás había visto. Esa tarde, el aire estaba impregnado con el aroma salado del mar y el dulce perfume de las buganvillas que adornaban las casas blancas de la isla.
Mientras caminaba por el paseo, con mi cuaderno de notas en mano, escuché una melodía que me detuvo en seco. Era una canción suave, cantada con una voz que parecía acariciar cada nota con ternura. Seguí el sonido, dejándome guiar como si estuviera hipnotizada, hasta llegar a una pequeña plaza donde te vi por primera vez.
Estabas allí, cantando con una guitarra en tus manos y una sonrisa serena en tu rostro. Tus ojos cerrados reflejaban la pasión con la que interpretabas cada acorde. La gente se había reunido a tu alrededor, formando un pequeño círculo de admiradores. Me abrí paso entre ellos, hasta encontrar un lugar donde podía verte claramente.
La canción terminó, y tus ojos se abrieron para encontrarse con los míos. Por un momento, el mundo se detuvo. Sentí una conexión inmediata, una chispa que encendió algo dentro de mí. Tú también parecías sentirlo, porque tu sonrisa se hizo más amplia y tus ojos brillaron con una calidez que me dejó sin aliento.
-Hola - dijiste con una voz profunda y melodiosa que resonó en mi corazón. - ¿Te gustaría escuchar otra canción?
Asentí, incapaz de articular palabra. Comenzaste a tocar de nuevo, esta vez una melodía más alegre y festiva. La plaza se llenó de vida, y los espectadores empezaron a moverse al ritmo de la música. Yo no podía apartar la vista de ti, embelesada por tu talento y tu presencia magnética.
Después de tu actuación, la multitud aplaudió y comenzó a dispersarse. Yo me quedé, esperando una oportunidad para hablar contigo. Guardaste tu guitarra con cuidado y te acercaste a mí, aun sonriendo.
-Soy Lucas - te presentaste, extendiendo una mano.
-Soy Clara - respondí, tomando tu mano y sintiendo una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo al tocarte.
Nos sentamos en un banco cercano, con el Arco de Apolo recortado contra el cielo de fondo. Hablamos durante horas, compartiendo nuestras historias y sueños. Descubrí que eras un cantante y compositor que viajaba por las islas griegas, buscando inspiración y compartiendo tu música con quien quisiera escuchar.
El sol comenzó a ponerse, pintando el cielo de tonos dorados y rosados. Nos quedamos en silencio, observando cómo el día se desvanecía en un esplendor de colores. En ese momento, supe que había encontrado a alguien especial, alguien que entendía el poder de las palabras tanto como yo.
A partir de ese momento nos vimos cada día durante el resto de mi estancia en Naxos. Cada encuentro era una nueva oportunidad para conocernos más, para compartir risas, canciones, momentos de conexión. Paseamos por las playas, exploramos rincones escondidos de la isla y hablamos de nuestros sueños y aspiraciones. La conexión que sentíamos era innegable, una fuerza que nos unía más allá del tiempo y el espacio.
Sin embargo, el verano comenzó a desvanecerse y ambos sabíamos que pronto tendríamos que seguir caminos separados. Tú tenías compromisos musicales en otras islas, y yo debía regresar a mi ciudad para continuar con mi trabajo. La despedida fue dulce y amarga al mismo tiempo, cargada de promesas y esperanza.
Nos abrazamos por última vez en el paseo hacia el Arco de Apolo, con el cielo teñido de los colores del atardecer. Intercambiamos números de teléfono y prometimos mantenernos en contacto.
Desde entonces, cada poema que escribo lo hago pensando en ti, en esos días en la isla, en los momentos compartidos y las emociones vividas. Te los envío y tú les pones música. Música que luego públicas en tus redes creando canciones que solo nosotros entendemos. Canciones llenas de referencias y recuerdos que hacen que siga viva la chispa que se encendió en Naxos.
Cada poema, cada melodía y cada mensaje es un recordatorio de aquel verano mágico y la promesa de que, a pesar de la distancia, seguimos conectados de una manera única y especial. Quién sabe si el calor del próximo verano nos volverá a unir en Naxos o en cualquier otro lugar.
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