Un respiro al atardecer

 

De un soplo apago la vela, su estela ligera se desvanece en el aire, asciende y se pierde en la habitación.

 

La estancia queda a merced de la brillante luz de la chimenea, el chisporrotear de las llamas, la calidez del fuego, su fulgor que la ilumina creando un acogedor juego de luces y sombras.

 

Me acurruco en el sillón, abrazada a mi almohada. Y mirando fijamente el resplandor de la hoguera entro en un trance de sensaciones: tranquilidad, paz, sosiego, una dichosa calma que inunda todo mi ser.

 

Fuera la nieve juega a pintar los árboles con grandes copos de nieve que caen con la velocidad de una estrella de mar a la deriva.

 

Vuelvo acomodarme en el sillón con las piernas dobladas aun lado y apoyando la cabeza en el respaldo sonrío feliz por este momento de perfecta placidez.

 

No necesito mucho más, salvo tus besos en mi frente, tus manos envolviéndome y tus susurros en mi oído diciendo esas palabras mágicas que me hacen feliz Te quiero.

 

Y con esa sensación me dejo seducir por Morfeo, que al son del crepitar del fuego me lleva a mundos de ilusión, fantasía y color. Donde mi cuerpo levita sobre campos morados de petunias, lirios y Nomeolvides, donde tan pronto vuelo como un cóndor como monto en un elefante de blancos colmillos de marfil o surco los mares en calma junto a un grupo de delfines.

 

Una suave caricia en mi frente me trae de nuevo al mundo real, donde tus labios ahora me besan de verdad.

 

Acompañad la lectura con esta música y decidme si no habéis sentido vosotros también La Paz de una tarde junto a la chimenea

https://youtu.be/6toYzO9spWE