Dejando el estrés atrás

Pues sí unos días desaparecida del mapa, pero que maravilla. Llevo tiempo, mucho, ya ni recuerdo cuanto, que siempre digo en que acabe esto o lo otro o pasen estos días pararé el ritmo.

Pero sabéis qué, pues eso que nunca llega el momento, nunca lo consigo, porqué además cuando tengo más de una hora libre me digo “tengo que hacer algo, que aburrimiento”.

 

Va a ser que ya no sé ni vivir sin tener cuarenta cosas a la vez pululando por mi mente, pero es que eso pasa factura, porque a veces se solapan todas las cosas a la vez y me bloqueo.

 

Las dos últimas semanas han sido una locura, pero tenía un objetivo cercano, había reservado para mi pareja y para mí cuatro días en un hotel con Spa en Peñíscola.

Así que lo soportaba todo y más, los tres últimos días aun fueron más locura, pero luego, luego lo conseguí, desconexión total, fuera estrés.

 

Llegué con los hombros y las cervicales más duras que una tabla de planchar y me dije mañana contrato un masaje descontracturante de una hora, el más largo. 

Al día siguiente cuando llegué al fisio no es que se me hubiera ido el dolor de hombros es que se habían destensado como por arte de magia.

 

Y es así, sol, playa, ninguna obligación, buen tiempo, siesta, eso que se supone que hacemos “todos los españoles” según el resto de europeos y que yo por lo menos no conozco habitualmente. Buena compañía, buena comida, mejor cena, vino delicioso, sexo a la luz de la luna y sobre todo ni acordarme del trabajo, fuera obligaciones. 

 

Desconecté tanto que cuando el lunes volví a la oficina no recordaba ni la clave de mi ordenador.

 

Es necesario darse un tiempo para una misma, para respirar y disfrutar de esas cosas que nos rodean, que normalmente no damos importancia como el sol, la brisa en la cara, unos niños jugando, las risas del que se siente feliz. Lo sé, pero que pronto me dejo llevar por la vorágine del día a día.