El beso que no debía estar ahí - historia de Halloween🕯️


A veces, los objetos no son inofensivos.

A veces, solo esperan que alguien los mire… para recordarles su propósito.

 

No recordaba haber dejado el cuchillo allí.

Estaba sobre la mesa, como si aguardara su turno en un ritual silencioso.

El filo reflejaba un beso carmesí, aún fresco, perfecto.

Los labios parecían los de una mujer que sabía lo que hacía: sin temblor, sin prisa, solo una despedida marcada con precisión quirúrgica.

Alrededor, unas arañas de plástico daban al conjunto un aire de broma —una escenografía de Halloween—, pero algo en la escena no cuadraba.

Sus patas negras estaban cubiertas de polvo, como si hubiesen estado allí mucho antes de la decoración.  Como si esperaran a alguien.

Él se acercó despacio, observando cómo el reflejo del acero devolvía su rostro dividido: media sonrisa, media sombra.

Recordó entonces la llamada anónima, la voz susurrante que le había dicho:


“Cuando encuentres el beso, ya será tarde.”


Un golpe de aire movió la cortina. Las luces titilaron.

El beso en el filo parecía sangrar un poco.

Las arañas se desplazaron —esta vez, sí—.

Y cuando miró hacia abajo, la marca del beso ya no estaba en la hoja.

Estaba en su mejilla.

Fría. Perfecta.

Y con olor a hierro.

No se movió.

Ni siquiera respiró.

Solo sintió el beso: helado al principio, luego tibio, como si algo invisible acabara de dejarle un rastro húmedo en la piel.

El cuchillo seguía sobre la mesa, inmóvil, pero su reflejo ya no devolvía su imagen.

Ahora, sobre el acero, se veía una habitación distinta: un espejo antiguo, una lámpara de encaje y una mujer sentada de espaldas, peinándose lentamente.

Él parpadeó, incrédulo.

El reflejo persistía.

La mujer levantó la cabeza y, sin girarse, sonrió.

Entonces escuchó los pasos.

No venían de la cocina.

Eran suaves, arrastrados, como si alguien descalzo cruzara el pasillo lleno de polvo.

—¿Quién está ahí? —preguntó, intentando sonar firme.

Silencio.

Después, un susurro, muy cerca, justo detrás de su oído:

—Ya lo sabes.

El aire se heló.

Las arañas se habían alineado en círculo alrededor del cuchillo, como obedeciendo una orden.

La hoja vibró, apenas perceptible, y un hilo de voz femenina salió de ella:

—Nunca debiste romper tu promesa.

Quiso retroceder, pero algo lo sujetaba: el miedo… o una mano invisible.

El reflejo cambió.

La mujer del espejo se giró, y su rostro era el suyo, pero con los labios manchados de rojo.

Entonces comprendió.

Aquel beso era un recordatorio.

Una firma.

El pacto seguía vigente.

Y mientras el reloj marcaba las doce, el beso sobre su mejilla comenzó a arder.

El filo del cuchillo destelló una última vez, antes de que la luz se apagara.

Solo quedó el eco de una risa.

Y un leve aroma a perfume, flotando en la oscuridad.

La oscuridad se hizo espesa.

El beso seguía ardiendo en su mejilla como un sello que cerraba el destino.

Trató de encender la luz, pero el interruptor solo devolvía un chasquido seco.

Las arañas se habían desvanecido.

El cuchillo ya no estaba.

En su lugar, sobre la mesa, reposaba un espejo pequeño, ovalado, con un marco de plata ennegrecida.

Se inclinó y lo levantó con cuidado.

No había nada en el reflejo.

Ni su rostro, ni la habitación, ni la luz del pasillo.

Solo una negrura líquida que parecía moverse.

Un golpe seco resonó detrás de él.

Giró en un gesto instintivo… pero lo único que encontró fue el perfume.

Ese mismo perfume que juró no volver a oler nunca.

La negrura del espejo empezó a ondular, y una mano —delicada, femenina, pálida— emergió de dentro.

Se acercó despacio a su rostro y borró el beso con un gesto suave.


—Ahora sí —susurró una voz—. Ya puedes dormir.


El espejo cayó al suelo y se hizo añicos.

Nadie encontró su cuerpo.

Solo un beso carmesí, perfectamente marcado, sobre el cristal roto.


***.  ***.  ***

A veces, las historias no nacen de lo que vemos,
sino de lo que nos observa cuando creemos estar a salvo.
Un beso puede ser una promesa… o un conjuro.
Depende de quién lo dé.

 @SoniaGama65



Comentarios

  1. Palabras mágicas que disparan la mente y los sueños, haciendo volar la imaginación que busca convertir los deseos en recuerdos…

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