Fuiste una estrella fugaz




En los confines de un oscuro horizonte, la noche avanzaba con su velo de misterio. Un sinfín de estrellas titilaban en el cielo como diamantes esparcidos sobre un lienzo de ébano. Entre aquel resplandor intermitente, las perseidas trazaban arcos fugaces, dejando un rastro fugaz de pasión y esperanza en su caída.

 

En un rincón apartado de aquella oscuridad iluminada, una mujer soñadora alzaba la mirada hacia las estrellas. Su corazón, imbuido por la belleza efímera de aquel espectáculo celeste, albergaba un deseo profundo: encontrar un vínculo que llenara de alegría su vida. 

 

Las estrellas fugaces, como suspiros de un universo lejano, parecían responder a su anhelo. Cada centelleo era como un susurro cósmico que hablaba de encuentros fortuitos y momentos compartidos bajo el cielo estrellado. La mujer soñadora contemplaba aquel espectáculo con ojos llenos de asombro y emoción, anhelando que cada estrella que se desvanecía tras su corta travesía cumpliera sus sueños. 

 

Así, noche tras noche, la mujer seguía su ritual de observar el cielo, perdiéndose en el resplandor estelar. Cada Perseida que trazaba su camino, se convertía en una promesa de que algún día, en algún rincón del universo, su deseo sería concedido. La oscuridad de la noche solo servía como telón de fondo para el brillo de su esperanza, una esperanza que crecía con cada chispa celeste.

 

Y mientras las estaciones pasaban y el tiempo avanzaba, la mujer nunca dejó de buscar en el cielo nocturno el reflejo de su anhelo.  

 

Y así fue, en una noche especial, cuando una brillante y resplandeciente estrella trazó un camino radiante sobre el cielo. En ese momento, la mujer sintió una conexión especial, como si el cosmos mismo le guiñara un ojo. Y en el preciso instante en que la estrella fugaz se desvaneció, una sonrisa iluminó su rostro.

 

Pues en esa fugacidad luminosa encontró el anhelo que tanto buscaba: un hombre cuya mirada reflejaba el resplandor de las estrellas. En el encuentro de sus miradas, ambos sintieron que el universo había tejido sus caminos para aquel encuentro. Compartieron risas, historias y sueños bajo el manto nocturno.

 

La noche estrellada se convirtió en testigo de un deseo cumplido, y así fue como la mujer supo que el universo había escuchado su llamado. Y quiero pensar, que esta fue la historia por la que cada vez que vemos una estrella fugaz cruzar el firmamento lanzamos al cielo nuestros deseos más sinceros y secretos. 


S.G - @SoniaGama65




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