POPOCATEPELT

 El volcán Popocatepelt está en Mejico. Según Wikipedia es un estratovolcán, y los estudios paleomagnéticos que se han hecho de él indican que tiene una edad aproximada de 730,000 años. ¿Os lo podéis imaginar?

Yo lo intenté, la musicalidad de su nombre hizo que no pudiera resistirme a inventar una pequeña historia que espero os guste.



Eluney, era una niña de once años que vivía en el poblado Ecotzingo, sentía un deseo ardiente de subir a la cima del volcán Popocatepelt. Desde cualquier sitio del poblado veía la omnipotencia del volcán, coronado por las perpetuas nieves del glaciar, tan lejano y a la vez tan cerca. 

 

Se preguntaba cómo sería tocar el frio hielo y resbalarse por su larga ladera esponjosa cual merengue. La nieve nunca bajaba al pueblo, siempre se quedaba allí arriba. Así que estuvo planeando la escalada durante semanas, reuniendo suministros, entrenándose y pensando cual sería el mejor camino para llegar hasta la cima. También había pulido un tronco curvado para deslizarse ladera abajo.

 

Un día, Eluney compartió su plan con su amigo Alom, y juntos emprendieron rumbo a la cima en una mañana de cielo azul y sol radiante. A medida que ascendían, el volcán parecía cada vez más imponente, coronado por una extensa capa de nieve.

 

Cuando les quedaba tan solo un kilómetro para llegar a la cima, la tierra rugió tan fuerte que Eluney y Alom saltaron del susto, se abrazaron y rezaron al Gran Espíritu para que les socorriese en aquella situación. Pero al rugido le acompaño un temblor intenso como la cola de una serpiente cascabel enfadada. Luego, el suelo que pisaban comenzó a agrietarse y del cielo comenzaron a llover piedras de hielo y polvo.

 

Los dos niños alzaron su vista al cielo, cubriendo sus cabezas con las manos, cuando entre las piedras, hielo y humo surgió un ave gigante, de pico curvo y fuertes patas. Los agarró a ambos por sus chaquetas y los llevó volando hasta su pueblo a salvo de todo mal.

 

La madre de Eluney se acercó a su hija y, después de darle un gran abrazo aliviada de que estuviera sana y salva, le soltó un sermón e nunca olvidaría.

Le dijo que está orgullosa de su valentía, pero que también había sido una inconsciente por no pensar en las consecuencias de su locura. 

-¡Podríais haber sido el almuerzo de un puma hambriento, por el amor de Dios!, exclamó con una sonrisa irónica.

 

Eluney se sonrojó y prometió no volver a hacer algo así sin avisar. Pero en su interior, pensó que la aventura había valido la pena. Había sentido la emoción de la vida corriendo por sus venas como nunca antes, y eso era algo que jamás olvidaría.

En aquel momento se prometió a sí misma, que la próxima vez que se le ocurriera una idea loca, antes de llevarla a cabo lo pensaría dos veces, pero no dejaría que el miedo la detuviese

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