Siempre estaré aquí para tí


Necesitaba justo esto, alejarme del bullicio, llenarme de la paz de la montaña. Hoy al despertar mis ojos han quedado cegados por su destello blanco, impoluto, por las formas sinuosas que ha dejado al cubrir las piedras del camino, las ramas de los árboles y los tejados de las casas colindantes.

 

Como una niña me he quedado mirando con la nariz pegada al cristal dibujando corazones con el vaho de mi aliento. Era una visión tan perfecta, tan inmaculada, un paisaje de miradas de nata…, un paisaje helado e indestructible como decía Julio Llamazares. Tal era la perfección del paisaje y de los lentos y esponjosos copos de nieve que aun caían, que ahí sentada en la comodidad de mi casa mi espíritu ha volado libre, libre hasta posarse a tu lado. 

 

Te siento cerca, aunque no te vea. Sé que estás ahí, repito tu nombre en mi pensamiento y mi corazón se expande cuando te pienso.

En mi cara se dibuja una franca sonrisa y aunque no hablamos hace tiempo

mi conciencia mantiene largos diálogos contigo, escucho tu voz, tus consejos, tus silencios y tus mudas plegarias.

 

Revivo el último café que tomamos juntas en aquel local con sabor añejo, de mesas de madera y sillas con cojines que vieron días más mullidos.

 

Recuerdo la tristeza en tus ojos, el dolor refugiado en tu corazón, que atenazaba tus fuerzas y apenas dejabas salir fuera tu voz rasgada, tu ira por la injusticia de la vida, y al final tus lágrimas... Yo seguí ahí a tu lado, callada, cogiéndote de la mano mientras mis ojos te decían «sabes que puedes contar conmigo, aquí me tienes, si tienes que llorar, llora, si tienes que reír, ríe y si tan solo necesitas mi presencia aquí está. Dejemos que el silencio hable por nosotras, no te preocupes, que sea él quien mande, que llene nuestros oídos del rumor de las conversaciones ajenas, del trajín de los coches, aquí me tienes sin más devoción que acompañarte y apoyarte.»

 

Después de aquello sé que tuviste meses duros, que cada día hiciste el esfuerzo de sonreír y a su vez de ser el apoyo que ella tanto necesitaba. Que la cuidaste, mimaste, abrazaste y obsequiaste con tu amor todos los días y uno más.

 

Hoy pienso en ti amiga mía, en el recorrido de nuestra amistad, en como el tiempo nos ha hecho madurar sin abandonar nuestros deseos, aunque los hayamos tenido que adaptar a la realidad de la vida. Hemos crecido como personas y a la vez nuestra amistad fuerte, confidente y confiada.

 

Desde aquí me gustaría hacerte llegar un pedacito de esta paz, de la armonía de la que hoy disfrutan mis ojos, del bullicio del silencio que llena mi alma de tranquilidad, de la calidez del hogar frente a este paisaje inmenso, radiante y cristalino. Me gustaría que me sintieras a tu lado, porque sabes que SIEMPRE ESTARÉ AQUÍ PARA TI. 

 

https://youtu.be/2SxS44X-Uok




Comentarios

  1. Esa familia que no es de sangre, los elegidos, los amigos que siempre están.

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  2. Me encanta que se trate la amistad, en especial cuando se profundiza en la femenina.

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