Besos de papel
Todas las mañanas, Virginia dejaba la marca de sus labios en un papel, aquello lo convertía en un tesoro para Ricardo: un papelito con sus labios, rojos, rosas, brillantes, intensos; era un beso muy especial.
Aquella costumbre empezó un buen día como un juego. Virginia pensó que sus labios llevaban demasiado color, así que cogió un pequeño tisú de papel del baño, lo dobló y cuando vio el resultado ella misma se quedó prendada por lo que vio. Eran sus labios formando una "O" casi perfecta, con su perfil que parecían decir "bésame". Desde entonces, lo hacía y dejaba aquel trocito de papel marcado en el lavabo de Ricardo.
Al llevar horarios distintos nunca coincidían por la mañana, pero por la tarde cuando Virginia volvía aquel pequeño beso ya no estaba. Nunca se lo había dicho pero sabía que Ricardo ansiaba esos besos mañaneros. Una mañana, mientras Virginia ordenaba las camisetas en el armario, descubrió una cajita de zapatos que guardaba todos sus besos. Sonriendo y con el corazón lleno de felicidad por aquel hallazgo tan tierno de Ricardo, volvió a cerrar la caja y la dejó exactamente donde la había encontrado, al fondo del armario, encima de las camisetas de algodón de manga corta.
Así que, cada mañana al levantarse, Ricardo iba al baño para afeitarse, aunque desde hacía un tiempo, en realidad iba al baño para recibir su beso de buenos días. Siempre lo encontraba en el mismo lugar, entonces una gran sonrisa se le dibujaba en su rostro. Allí estaba su beso, unas veces mas grande, otras mas chiquito y cada día de un color distinto, pero siempre eran los labios de ella, de su Virginia.
Ricardo tenía todo un ritual: primero, los cogía suavemente; luego, se los acercaba a la nariz para aspirar el aroma que aun perduraba de su amada; después, posaba sus labios dulcemente sobre las huellas del papel, cerraba los ojos, los besaba y decía: "Buenos días cariño. Espero que todo te vaya bien hoy".
Nunca llegó a contar todos los besos que Virginia le había dedicado desde que comenzaron a vivir juntos hacía ya mas de veinte años, pero la pequeña cajita de zapatos estaba a punto de rebosar.
Una mañana de otoño, cuando iba a guardar su beso, una ráfaga de aire entró por la ventana entreabierta de la habitación de forma intempestiva. Fue tan fuerte que esparció los besos por todo el suelo. En ese momento, Calcetines, su gato, se coló en el dormitorio y, al ver aquellos ingrávidos trozos de papel revoloteando, pensó que era una fiesta y comenzó a perseguirlos, mordisquearlos y hacerlos trizas.
Para cuando Ricardo quiso echar al felino fuera y cerrar la ventana, todos sus besos se habían reducido a jirones coloreados de papel. Se sentó abatido en el suelo con la cajita todavía en sus manos y por un momento, al ver aquel desastre, sintió un vacío inexplicable en su corazón.
Comenzó a recoger los trocitos de papel. Ya no tenía sentido volverlos a guardar en la caja, así que cogió la caja y la tapa para cerrarla y, de pronto, vio algo pegado en fondo, una nota con la letra de Virginia y un BESO:
Que preciosidad, no se puede perder lo que siempre se ha tenido. Preciosos besos de Virginia
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Pienso que muchas veces tenemos miedos infundados, miedos a perder algo en un futuro, y seguramente sean solo eso "miedos" porque quizás nunca ocurran. Los besos de Virginia es la metáfora en este caso.
EliminarGracias por tu comentario
Los miedos son esa pequeña muerte que acaba con todo lentamente. Debemos luchar contra ellos, porque lo que en en principio es un.miedo puede convertirse en una preciosa oportunidad.
EliminarEl vello erizado y un escalofrío, placenteros. Gracias, esa profundidad, delicadeza e intensidad de versos y relato llegan y te tocan. Insisto, gracias
ResponderEliminarGuau es todo un honor leer que te ha llegado tanto mi pequeño relato. Gracias por compartir conmigo lo que te ha producido.
EliminarA usted, de veras. 👌
EliminarDivino corazón bello !!
ResponderEliminarEl corazón, el alma conectados a la mente. Un abrazo. Gracias por tu comentario.
EliminarGracias, Sonia, has logrado que me sintiera Ricardo por unos instantes, que deseara entrar cada mañana a ese lavabo en el que dejar mi vello y del que llevar lo más bello, porque lo que se regala desde el corazón (como haces tú cada vez que escribes estas maravillas) no tiene parangón.
ResponderEliminarDe nada. Las palabras fluyen como las ideas desde el corazón con la intención de que alguien las lea o escuche. Me alegro de que te haya gustado
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