Besos escondidos en el desván
Pasamos por este mundo un momento, un momento hermoso y efímero. Crecemos, despertamos a la vida, vamos conociendo gente muy distinta, unos pasan a nuestro lado sin casi darnos cuenta, otros sin embargo revelan en nosotros sentimientos muy diversos: cariño, ternura, amor, indiferencia, amargura, ira.
Todos esos sentimientos unidos al momento en que los vivimos van formando nuestra personalidad, nuestras experiencias, nuestro carácter y nuestra forma de ver el mundo.
Ahora que siento como si estuviera en la mitad de mi momento, siento la necesidad de volver a rodearme de aquellos instantes que fueron importantes para mí. Siento la necesidad de saber cómo hubiera sido ¿si...?
Que fue de aquellas amigas de la infancia, de aquella niña de Logroño que conocí cuando con ocho años fui de campamentos, que fue de aquel chico que me beso por primera vez, o con el que hice el amor amparada en la oscuridad de la noche con el murmullo de las olas envolviendo nuestros besos y caricias, que será de aquel que me prometía amor en la distancia y me enviaba sus apasionados besos por carta. Me gustaría saber si alguna vez mas han vuelto a pensar en mí.
Subo al desván de mi casa y allí a buen recaudo encuentro una caja de cartón que en tiempos mejores contuvo algún populoso aguinaldo navideño y que ahora custodia el mayor de los tesoros. Cartas, cartas de amor, cartas con besos y caricias entre líneas, llenas de promesas jamás cumplidas, pero siempre soñadas. Cartas llenas de alegrías, sueños y sollozos.
Me pregunto si el remitente de alguna de estas cartas habrá vuelto a pensar en mí, habrá sentido en algún momento mas mis palabras, mis caricias o mis sueños.
Me gustaría que no me hubieran olvidado del todo, me gustaría que cuando recuerden su pasado aparezca yo como una lamparita tintineante, que aun luce tenue y persistente en la lejanía, una luz que aun desean alcanzar en sus sueños, una luz que les arranque una sonrisa y les llene el corazón de alegría y felicidad por el tiempo vivido juntos.
Quizás nadie de esas cartas vuelva a mirar atrás y entonces esa lamparita permanecerá sin más brillando en las tinieblas, con el vano deseo de que alguien la vea y anhele saber que ha sido de ella.
Sentada aquí arriba junto a mi caja de los tesoros el tiempo parece detenerse cuando mi mano coge la primera carta y comienza a leer.
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