Algunas primeras veces

Hace calor, mucho calor. Un calor fuera de lo normal para la época del año en la que estamos. Pero además hoy el cielo está plomizo y el aire se pega a la piel. Siento mi ropa como si se fundiera en mi cuerpo, por sentir siento la sangre correr por mis venas aumentando aún más mi calor.

 

Es un día extraño, no sé si por el tiempo, si por la falta de sueño de estos días o simplemente porque de vez en cuando mi mente se aísla del mundo para escaparse y volar entre mis recuerdos.

 

Momentos, instantes, sentimientos. Hoy recuerdo instantes precisos de primeras veces, no lo que esas primeras veces significaron, sino lo que sentí.

 

Aquella foto en el puente junto al Ebro con mi uniforme recién estrenado y mi pequeña cartera para llevar la cartilla. Era una niña sonriente con largas trenzas y su sonrisa inocente. Ya iba a ir al colegio, tenía cuatro años, eso significaba que ya era muy mayor. ¡Que ternura de pensamiento!

 

Aquella interpretación de “Grease” en el colegio. Juan tenía la misma edad que yo, trece años, e interpretaba a Danny Zuko, yo a Sandy. Ese niño de impresionantes rizos cobrizos y ojos verdes fue el primero que me robó el corazón. Él nunca lo supo, pero en mi mente dábamos largos paseos cogidos de la mano. Que nervios, fueron las primeras mariposas que sentí en mi estómago.

 

Mi primer beso con un chico, en aquella calle concurrida frente al bar de moda y apoyados en un coche. Surgió así sin más, no recuerdo como llegamos a ese instante, solo recuerdo que era un chico que me gustaba desde hacía tiempo. Era mayor que yo, él iba a segundo de BUP, lo que hoy es 4º de ESO y yo a primero. ¡Qué mayores! 

Nos miramos y lo tuve claro “le voy a besar”, pensé.

Nuestros labios se juntaron, abrimos nuestras bocas, mi lengua intentó saborear la suya, pero tan solo encontró un vacío. 

Recuerdo que me gustó el roce de nuestros labios fue algo dulce, esponjoso, pero el beso “¡Mi Primer Beso!”, fue un fiasco total, no pasará a la historia, bueno tan solo a la mía. Recuerdo que pensé “¿y esto es todo?, ¿esto es un beso? Pues vaya decepción”. 

 

Por suerte seguí probando más besos y os aseguro que los ha habido maravillosos, impactantes, inolvidables.

 

Besos tiernos, besos de amistad, besos de apoyo, besos de esperanza, de anhelo, de despedida, de pasión y sobre mis favoritos “besos llenos de amor” largos, suaves, cálidos, donde yo no solo regalaba, sino que también recibía; besos que me han erizado la piel de todo el cuerpo, besos que parecían tener línea directa con mis pechos, con mi sexo; besos que me han sabido a poco y los hubiera hecho eternos. Pero, ¿no son ya eternos puesto que cuando los recuerdo aun me ponen la piel de gallina?

Sí, lo son. Porque además cuando los recuerdo mis labios aun sonríen y si cierro los ojos aun siento como mi boca se abre, como me palpita el corazón en ese microsegundo en qué espero recibir los labios de mi amante, sentir como su lengua humedece mis labios pidiendo permiso para luego entrar en mi boca y conquistar mis sentidos. 


Esos besos de lucha encarnizada entre lenguas que me acercan más a él, que dejan mi mente en blanco y hacen que me abandone a las sensaciones, que me abstraen del mundo que me rodea porque mi mundo está justo ahí en su boca, en sus labios, en su cuerpo que enciende el mío, que me acelera el pulso.  

 

Sí esos besos son eternos porque tan solo tengo que cerrar mis ojos para que mi cuerpo sienta su calor y mi pulso se acelere porque sabe que ha comenzado la batalla más maravillosa que puede haber entre dos cuerpos, entre dos almas, y todo por un beso. 

EL BESO con mayúsculas.



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